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viernes, 16 de enero de 2009

Talibanes cotidianos


¡Vaya racha! Ya sé que es ley de vida pero, en pocos días, varios amigos –unos con más gravedad que otros- y yo, que me he apuntado a la lista, sufríamos algún susto por parte de nuestros progenitores… Ya sé, que eso es solo por la fortuna de tenerlos todavía, que en unas décadas seremos nosotros los que demos sustos –si llegamos-, pero no deja de tocarnos la fibra sensible y de hacernos meditar, aunque solo sea unos minutos, para reafirmarnos una vez más en aquel vetusto principio: carpe diem!

Periódicamente aparece en nuestra vida una de esas personas, generalmente ciclotímicas, que tras hacernos partícipes de algún momento álgido nos avasallan en sus bajadas con nuestros múltiples defectos, errores, inconsistencias y dudas personales… Hace años, cuando se me presentaba algún personaje (o personaja, que diría la ministra virtual) de esta calaña, me las hacía pasar canutas, casi me contagiaba su declive. Ahora ya no, entiendo que es su carácter, que ni siquiera tienen mala leche cuando te sueltan su amplia gama de exabruptos, pero a mi, que quieren que les diga, algunos de mis defectos me gustan, o al menos son míos y les tengo cariño.

No quiero decir que no pretenda mejorar, claro que si. A todos nos gusta superar nuestras pequeñas miserias, pero, caso de que pudiera conseguir la perfección, la excelencia personal –que, desde luego, no está a mi alcance-, que quieren que les diga, ¡que me importa un carajo!

Cada cual tenemos nuestras ambiciones, ambicionar no es malo, ayuda a progresar. Si Leonardo, Pasteur o el anónimo inventor de la rueda no hubieran sido ambiciosos, ¿dónde estaríamos? Que cada uno nos exijamos hasta donde creamos conveniente, es uno de los grandes hálitos de progreso de la sociedad. Habrá quien piense que querer ser artista y no conformarse con ser artesano, o pretender diseñar una obra de ingeniería en vez de recoger la mies, es un acto de soberbia, yo no lo veo así, eso no implica que cada uno en nuestra pequeña función no seamos útiles, necesarios e igual de valiosos –o igual de carentes de valor- en la intrahistoria, pero es cuestión de opiniones.

¿Porqué he desbarrado hasta aquí? Pues venía a cuento de esas personas a las que aludía, talibanes cotidianos, que se empeñan en exigirnos la perfección espiritual que ellos ostentan. Conversando con Edu sobre un tema similar, con su característica risa de medio lado hacía gala de su cultura sesentista y me recordaba “ ya lo decía Hesse, bajo las ruedas…”. Y esto es válido para cada uno de nosotros, católicos o no; hemos sido educados en una cultura determinada que magnifica el esfuerzo, la superación y, por encima de todo, el sufrimiento, pero también para ellos, para esos talibanes tan disconformes consigo mismos que acaban trasladándonos sus insatisfacciones para quedar ellos puros, libres de mácula…

Yo, que queréis que os diga, estoy bien como estoy. Vaya, que soy consciente de que si de mil defectos paso a novecientos cincuenta tampoco estará mal, pero al menos unos poquillos, para recordarme que soy humano, me voy a quedar.

Que no alcanzo la perfección de Siddartha, ¡qué se le va a hacer! Que en alguna ocasión me saldrá un post tristón, indigno de un rincón epicúreo, gris –si, gris-, pues… como decía Humprey “lloraré por ello en las largas noches de invierno”, pero todos (o casi todos) entendemos que cuando es primavera, se escribe menos y se pasea más…


Y si tú, carísim@ lector/a eres en ocasiones uno de esos talibanes cotidianos, si no puedes refrenar tu natural tendencia a quemar –metaforicamente- a alguno de nosotros en la hoguera de tu perfección… ¡Pues tampoco pasa nada! A pesar de eso también tendrás muchas cualidades, pero en esos momentos de bajón en los que te sientes en la puerta del infierno, piensa que ésta también puede ser bella –ver foto-, tómate en soledad un martini seco, asegurándote que el rayo que atraviese la botella del Noilly Prat sea de un sol refulgente, y vuelve cuando hayas domeñado al bicho, que sabemos que él no eres tú, y a ti, solo a ti, te seguimos esperando.

Por lo demás, paz y amor… y el plus pal salón!!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Abrazo fraternal, y mis mejores deseos para la situación familiar, sea la que sea.

Epicuro de Samos Jr dijo...

Gracias, Coco. Lo dicho, son gajes de la edad. mientras se queden en sustos durante el mayor número posible de años... Pero que te voy a contar, amigo!
Un fortísimo abrazo.