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jueves, 25 de junio de 2009

Discúlpenme, estoy en mi Hotel Existencia


En mis últimos posts -“Salto con doble mortal” (visto en perspectiva, debí decir triple…) o "Zaire", ya les daba a entender que me iba a prodigar poco en el futuro inmediato, así ha sido.

Hace unas semanas recibí un comentario a un post y, por primera vez, lo deje sin respuesta… Al menos me sirvió, si no de aviso sobre lo aparentemente abandonado que tengo nuestro blog -solo aparentemente, pues cosas he escrito, alguna de las cuales posiblemente suba en los próximos días, pero que hasta ahora había preferido dejar en suspenso; alguna de ellas seguirá así…-, sí de último aldabonazo para dar “fe de vida” a través del mismo, aun cuando haya tardado casi otro mes para hacerlo, creo que les debo una pequeña explicación, por si a alguno le interesa…

Y es que llevo una temporada refugiado en mi “Hotel Existencia”, ese rincón generalmente ubicado en algún grupo de ociosas neuronas y excepcionalmente en un marco físico, en un Hotel Existencia cualquiera, como el descrito por Paul Auster en “Brooklin follies…”, que por algo es el padre de la criatura…

Yo siempre he tenido –aún sin saberlo- mi propio Hotel Existencia, eso sí, con el paso de los años ha ido transformándose: de hotel en ciudad, de ciudad a rincón, de éste a paisaje, de paisaje a campo de fútbol, hasta convertirse en un pequeño restaurante, cargado de jazz y humo, donde poder ofrecer mi foie con puré de piñones y salsa de café o unos garbanzos con callos, precedidos ambos por un par de copas de la sin par Kauffman.

Siempre hay un Hotel Existencia de puertas adentro, un paraíso donde coger fuerzas o donde refugiarte en momentos de confusión personal. También en alguna ocasión podemos dar con ese lugar que, aun no pudiéndonos trasladarnos de por vida, sí que podemos utilizarlo en un momento de especial incertidumbre.

Llevo varios meses refugiado en mí Hotel Existencia de turno, o al menos tratando de hacerlo. En “mis”, debería decir, pues aparte del psicológico he tenido la fortuna de estar tres veces –aunque en periodos de tiempo excesivamente breves- en una ciudad, que ya les mencioné, y que ejerce en mí ese fenómeno de recuperación de confianza, de reafirmación de mis convicciones, de plácida guarida. Hablo de Kazán, una ciudad más… aunque mucho más bella que la mayoría, donde he hallado, ignoro la causa, algún estímulo del que carezco últimamente.

Sin embargo, las baterías, si no se cargan con asiduidad, y mi fuente energética está excesivamente lejana, acaban por caer. Y ese es el momento, ¡como no!, de volver a nuestro más cotidiano Hotel Existencia. [Nota del autor: una Villa en Sintra –la Quinta da Regaleira, como sugerencia- me serviría igualmente, pero desde una óptica económica, me resulta igualmente lejana…]. Últimamente había recurrido poco a él, sin embargo una cadena de circunstancias con las que no les aburriré me han acercado de nuevo a esa nebulosa, poco rentable en términos reales, lo sé, y excesivamente similar al efecto narcotizante -¿qué son las drogas sino un camino rápido y generalmente letal al Hotel Existencia?-.

Y me preguntarán (háganlo sin cortarse), “¿qué nos importa a nosotros su maldito Hotel Existencia?” y yo les responderé que muy poco, casi con entera seguridad nada. Pero éste es un rincón epicúreo, desde siempre –en su breve siempre- he procurado no permitir la intromisión a “malos rollos”. Y ahora, más allá de comentarles un destino imprescindible para viajeros impenitentes, no estoy con especial afición a recomendaciones epicúreas. Pero solo por ahora, porque estamos en crisis, porque yo lo estoy.

Generalmente las crisis no son una lápida eterna –dejando de lado la Crisis Definitiva-, sino una tormentosa oscuridad que, sumido en ella, se piensa secular, pero que, aun cuando desde dentro no se crea, acaba por escampar. Y caso de que no lo hiciera, poco importarían estas veleidades…

Así pues, puede que más allá de subir dos o tres cosas que tengo preparadas, aparezca poco por este rincón.; ignoro si se tratará de semanas o de meses. Entre tanto, el tiempo que fueran a dedicar a este blog les sugiero emplearlo escuchando, oporto en mano, algún fado en la voz de Missía o Dulce Pontes y en cuanto las fuerzas telúricas y epicúreas me rescaten, ya variaremos de melodía.

“La creatividad nace de la angustia
como el día nace de la noche oscura”

Albert Einstein

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