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sábado, 6 de septiembre de 2008

Cuento para principios de una crisis



Concluye el verano. Epoca de espejismos, de siestas en vigilia, de noches entre la fantasía y la realidad... momento apropiado para las historias urbanas, aunque ésta, la que les voy a narrar ahora, no es, aun cuando ustedes quieran creerlo así, fruto de mi atropellada imaginación; tal vez, piensen que no es apropiado de un blog contar una historia pretérita, pero es que ayer la recordé o, tal vez, la soñé... ¡es igual, no por eso deja de ser real!.

Mi amigo Narciso de Rivera y Bassault-Montferrant se decía de buena familia -extremo que ni afirmo, ni niego, pues jamás lo constaté-; igualmente decía estar educado en los mejores colegios suizos y las más sofisticadas Universidades norteamericanas -si él lo decía, sería..., o no...-; lo que es bien cierto es que su concepto de sí mismo rayaba en la idolatría.

Quiso el destino -o quien fuera o fuese- que tuvo una idea genial, como todas las que decidían anidar en su altiva testuz (algunos maledicientes explicaban que su nariz siempre miraba al cielo para evitar que ninguna de sus brillantes elucubraciones cayeran al suelo). Ideó un fluido de asombrosa utilidad en las TIC's -a saber, Industrias de Tecnología y Comunicación- y se prometió que en un breve lapso de tiempo -lapsus, decía él...- tendría un lugar destacado en Sillicon Valley, más aún, todo el valle se trasladaría junto a él...

Milagroso o inútil, lo cierto es que aquel fluido grisáceo, de consistencia y brillo similar al mercurio, era realmente bello; reflejaba cualquier luz multiplicando sus efectos y, cuando te mirabas en ella, un aura parecía envolverte.

La comercialización del fluido era más lenta de lo previsto y las otrora nutridas cuentas de Narciso -según el mismo refería- comenzaban a menguar. Según me comentaba, el chauvinismo de las empresas extranjeras y la obsolescencia de las nacionales estaban evitando su éxito.

Comoquiera que fuera, Narciso pasaba cada vez más tiempo mirando los tanques rebosantes; vestía sus mejores trajes tan solo para verse así reflejado en el grisáceo fluido. Un día, tras varias horas de absorta contemplación, viendo que yo estaba junto a él, me confesó: "solo este magnífico líquido es capaz de devolver el reflejo exacto de mi talento, solo él sabe valorarlo" y diciendo esto volvió a su ensimismamiento.

Cuantos más días pasaba con la mirada clavada en su descubrimiento, más se asemejaba el color de éste con el de sus ojos; hasta que un día, tras un pacto para alcanzar la perfección, mi amigo Narciso y su fluido se fundieron en uno solo.

Al día siguiente, unas simples líneas en la prensa local zanjaban el tema: "el industrial Narciso de Rivera y Bassault-Montferrant se suicida en su propia industria tras fracasar en la comercialización de un nuevo fluido que carecía de funcionalidad alguna".

Sabed amigos, que no fue así; que, tras años de abandono, ese líquido grisáceo que antaño reflejaba su distinción, se ha tornado turquesa como sus ojos, que su porte se ha trasladado a las abandonadas ruinas de la empresa, que si pasan al anochecer entre aquellas paredes posiblemente puedan ver, saliendo de las aguas grises y azuladas, el reflejo de su imagen, aquella visión que sólo él, en su ilimitada prescencia, era capaz de valorar.

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