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jueves, 8 de enero de 2009

Descorchando el año


De nuevo por aquí, aunque ahora garabateando estas palabras –cuando las leas ya estarán pasadas a bites- en el único papel que tengo a mano a unos cuantos miles de pies de altura; no especificaré más…

Esta mañana amaneció nevando sobre París, al igual que aquel día del ya caduco 2.008 cuando llegué, y yo, iluso, tras pasar una semana bajo cero, con un par de kilos menos –que antes lo eran de exceso- no a golpe de privaciones, sino de estornudos, pensaba “poco me importa ya”… ¡No sabía que me esperaban doce tediosas horas en el Charles de Gaulle, nueve en una sala de embarque y tres inmóvil en el avión del 5055 de los…! En fin, que como no soy de los que consideran esto una aventura contemporánea, no insistiré en el tema.

Por cierto, que siempre que dejo París lo hago en la idea de que algo de mi se queda en esa ciudad. Apenas llego, me siento uno más, no un viajero (¡cuánto menos un turista!) y cuando parto siempre queda allí enganchado algún girón de mí. Esta vez solo han sido siete u ocho días y si en otras ocasiones lo que de mí quedaba en Paris era más de índole espiritual, en esta ocasión fue algo más físico, si quieren más prosaico: me dejé un cachillo de muela. Fue –seguro que lo consideran un recurso literario facilón, así que aporto prueba de mi estancia con la foto de la tarjeta- en Lepicurien, ¡dónde si no! –el juego de palabras hace referencia a la par “al epicúreo” y al “aborigen de rue Lepic”- mientras le daba a un pôt-au-feu de canard, les ahorraré más detalles, pero el caso es que una parte de mi, quedó en París.

Algunas impresiones –y fotografías- de ésta escapada irán saliendo en sucesivos posts y es que, a mi juicio, nunca se reflexiona mejor que viajando. En cualquier caso, no les castigaré con una guía turístico-gastronómica –tampoco he encontrado muchas novedades dignas de reseñar- y menos con un repaso por las últimas evoluciones del neopijismo, que, como se sabe, se origina en los turistas high level cuando revolotean por el mundo.

Hoy solo quería dejarlo aquí, saludarles, congratularme de reencontrarles –son pocos, así que los tengo muy contados-, si el Boeing tiene a bien posarse con suavidad en tierra firme (si está leyendo, así habrá sido), y prometerles seguir con este rincón, no sé si de epicúreo sosiego o de pasión epicúrea, con muchas impresiones –impresión, sol naciente… que quieren, uno viene influenciado…- , pues este año, con el que tanto pavor nos han metido en el cuerpo, parece que viene cargadito de novedades, ¿para bien o para mal? , eso ya se verá… Al menos hoy seamos optimistas, porque recién llegados –vds. conmigo- de París, no puede ser de otro modo y es que, ¡que diablos!, París bien vale una muela…

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