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jueves, 7 de agosto de 2008

Errare humanum est


Errare humanum est (*). “¡Marchando una de título con latín!”. “¡Oido cocina!”. Sí, hasta en esa lengua que aun después de muerta es denostada por propios y extraños, despectivamente hablamos de “latinajos” cuando la usamos, todos entendemos la expresión. Errar es de humanos (de personas humanas, si quieren traducirlo al español televisivo de 2.006).

Seguramente, si hiciéramos una encuesta sobre la certeza o no de esta afirmación, por detrás del “no sabe / no contesta”, respuesta favorita del relativismo imperante en el siglo XXI –más que nada porque es la única respuesta que no exige pensar: “no se”, “no contesto”, “todo es relativo”…-, casi todos los que respondieran se mostrarían partidarios del buen criterio de tal afirmación.

Errar es de humanos, pero… Siempre debe haber un pero, una relativización que nos excuse de dar más vueltas a la cabeza. Es más humano si el fallo es nuestro, que si es del vecino. Si es ajeno: es producto de la ignorancia, la impericia, el desinterés, la obcecación, en definitiva, de quienes no merecen el beneficio de la duda. Si es nuestro, ya se sabe, errare humanum est

Recientemente en una reunión, en la confianza que da que casi todos los presentes fuéramos amigos/simpatizantes/coincidentes y con unas botellitas de buen caldo, osease, vino de a más de 20 € la botella, me confié –in vino veritas, segundo latinajo- y critiqué acidamente –¿puede ser de otra forma?- a un politiquillo de tres al cuarto -mínimo en receptividad de sus gobernados, escaso en obras de relevancia, nulo en formación-, circunstancia que enseguida me fue afeada “está ahí por mor de la democracia”. Pues sí. Tendría razón, claro que.... ¿la democracia impide a los “votantes disidentes” o incluso a los “votantes arrepentidos” poder hacer una crítica hasta la prescripción de la legislatura?

Tal vez yo erré en mi comentario; además, nunca sabes donde salta un conocido, simpatizante salido del armario, o –esto es lo más violento- un estómago agradecido. Aunque igual lo de menos es el defendido, tal vez otro pueda llamar corrupto a quien le plazca, pero tú no. Lo de siempre, por mucho cariño que derroches, más vale caer en gracia, que…

Cuando en los medios de comunicación saltó la noticia de que un Monseñor había sido sancionado por exceso de velocidad, muchos –y quien sabe si en buena medida no procederían del pelotón de los descreídos- sintieron/sentimos una cierta corriente de simpatía por el ilustre Mosén.

No se trata de apoyar la transgresora conducta, ¡en absoluto!, no seremos nosotros los que retemos al Gran Inquisidor de nuestros días, el Santo Oficio de Lo Políticamente Correcto, sino de constatar que también esos personajes que parecen compuestos de papel y tinta o de rayas catódicas son humanos, que por muy consejero, presidente, obispo, alcalde, futbolista o hasta participante de Gran Hermano que se sea, todos estamos compuestos de la misma materia, tenemos las mismas tentaciones y –unos más que otros- las mismas grandezas y las mismas miserias.

Así pues, de estas notas, no se quede usted con que hay que apretar el acelerador (escribo esto tembloroso, percibiendo el aliento del Gran Inquisidor en mi nuca), ni mucho menos, sino con la idea de que la próxima vez que levante su justiciera ira para sancionar o criticar un error ajeno, cabe la posibilidad, remota desde luego, de que algún día usted cometa otro, ya se sabe, errare


(*) Cuiusvis hominis est errare, es propio de cualquier hombre equivocarse.
Cicerón, Filípica 12, 5

Nota: La fotografía corresponde al que durante años fue cuartel general de la Stasi; los tintes de "atardecer sangriento", una licencia artística. Una vez más, errare humanum est...

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