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miércoles, 20 de agosto de 2008

El Gato de Cheshire


En ocasiones apetece salirse del trasiego burocrático, del febril ajetreo fabril, y pensar -casi produce miedo esa palabra hoy en día, ahora se utiliza más reflexionar, que es “como más light”-.

Y cuando nos quitamos esa enorme pereza de pensar, la primera pregunta que nos suele asaltar es “¿hacia donde vamos?”. Posiblemente usted, como muchos otros, tenga la firme convicción de que ni vamos, ni venimos de lugar alguno; o por contra, tal vez su alfa y omega sea religioso. En ambos casos podría dar por terminada la reflexión, pero…

¡Siempre parece haber un pero…! Tanto si permanece en la duda metódica, como si tiene las certezas que religión o laicismo radical le otorgan, no vaya tan lejos. Párese unos metros antes del final y vuelva a preguntarse, ¿a dónde vamos? Porque como el Gato de Cheshire, podremos concluir que si no tenemos claro a donde queremos ir, da igual el camino escogido y se hacen inútiles las prisas.

¿Entonces? ¿Porqué tanta carrera, tanto aparentar, tanta mentira y calumnia, tanta mirada por encima del hombro, tanta presión al prójimo para que nos haga llegar antes a no sabemos donde? Puede que porque hayamos perdido la óptica de que lo pequeño es humano, que lo sencillo es bello, que el mejor camino es el más amable. En definitiva, que la certeza es solo cosa de dioses y, ni usted -créame, no es que le mire con malos ojos-, ni yo, lo somos.

Ultimamente, cuando oigo, más que escucho, a esos ricos analfabetos (decir pobres sería una ofensa contra quienes llegamos a fin de mes –el 6 o el 8, según los excesos- con la lengua fuera y el bolsillo agujereado de tanto rebuscar) que pueblan nuestros medios, como hablan, con esa terrible expresión que ha hecho fortuna últimamente, de las “personas humanas[1]”… no puedo por menos que recordar esa máxima, casi ácrata, de que la verdad procede de los ignorantes. Cuanto más ignoras, más cuerdos son los pensamientos, o las conclusiones, que ni siquiera tienen que estar pensadas.

Tal vez sería bonito pensar en un futuro próximo, antes de que llegue el futuro escrito en una orla negra, más humano -sí, con personas más humanas…-, con más ser y menos querer ser.

[1] Hay un caso en que esta expresión podría ser correcta, ¿adivina cual es?

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