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jueves, 2 de julio de 2009

Jackson murió poco después de Vicente


Hace unas semanas comprobaba con estupor que la noticia del estado crítico de Vicente Ferrer, exjesuita de 88 años, con más de cincuenta y cinco años -eso supone más de la edad total de muchos de nosotros- de ímprobo y desinteresado trabajo primero en Bombay y posteriormente en Anantapur [Andra Pradesh, India], una de las zonas más deprimidas de la tierra, ocupaba menos espacio en prensa que la muerte de la viuda de un dictador árabe…

Ya ha fallecido Vicente, una de esas personas cuya vida deberían estudiar todos esos salva-almas progres envueltos en la bandera de lo social –por fuera, que por dentro van embutidos en Puchis y Adolfos Domínguez-. Su epicureismo era mucho más elevado que el de la mayor parte de los mortales, encontraba placer en mejorar la vida de los demás día a día, hora a hora, …

Cuando escribía esto las televisiones estaban colapsadas por la prematura muerte de un hombre que no se conformaba con su color, un individuo que no fue capaz en medio siglo de superar su complejo de Peter Pan, alguien que para algunos hizo buenas canciones y para otros, entre los que me cuento, algo sosillas, aunque esto sea lo de menos. Ocupa horas y horas en los medios de todo el mundo. Las cámaras que enfocaban la vida de Ferrer –gracias a que acudieron al sepelio un par de políticos- ya abandonaron su labor hace días. ¿En qué clase de mundo vivimos?

No pretendo ser como él. Imposible. Ni que vd. lo sea, me quedaría sin público objetivo. Pero recordando a Agustín González en Volver a Empezar no podemos por menos que decir, cabezazo incluido: “D. Vicente, lo que bien está, bien parece”.

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