Subscribe to my full feed.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Paris


Ha pasado mucho tiempo desde la última vez. Después de ti, muchas otras: exóticas, románticas, cosmopolitas, con clase…

Dicen que el tiempo lo cura todo, que no hay pasión que se le resista; dicen que un clavo con otro sale; dicen… ¡dicen tantas cosas!

Ni siquiera te tengo en mi ordenador. Y recuerdo haber ganado una gran copa de latón, hoy oxidada, con un grupo de tres fotografías tuyas –lo titulé algo así como “romanticismo y bohemia”, no estoy seguro, pero tampoco podía ser de otra forma-; pero entonces las fotografías eran en papel y el tiempo iba coloreándolas caprichosamente; los negativos se perdían por las rendijas de los cajones.

Solo la imagen de un cuadro -La musicienne, lo titulaba su autor- un cuadro sin gran valor, pero que forma parte de nuestra historia; éste y unos libros viejos, tu imagen en unos álbumes polvorientos y recuerdos, eso es todo lo que me queda de ti.

La primera vez que te ví amanecía y no podía creer a mis ojos, pero sabía que tampoco era un espejismo. Toda la vida había esperado conocerte, sabía que estábamos predeterminados, había pasado mis primeros quince años soñándote, ahora eras una realidad ante mí.

Tardé en volver a verte y pasé casi otros quince años hasta que fuiste mía. Y yo tuyo. Jamás fui tan feliz con ninguna otra. Y no es que ahora tenga una sensación de frustración, no es eso. Ni puedo, ni debo quejarme, pero… ¡Ha pasado mucho tiempo y no te olvido!

Buscaba una fotografía tuya para recordarte en este blog. No te importaría. Cuando se es tan bella, se aprende a ser condescendiente.

Te he visto en una revista. Es el enésimo reportaje en el que te descubro. Sigues siendo la misma. Te he vuelto a soñar y en todo el día no he conseguido sacarte de mi cabeza.

Me gustaría acabar este post -excesivamente almibarado- diciendo, con la mirada torva de un Rick Blaine cualquiera, “siempre me quedará París”, pero es justo lo que no me queda. No me quedan tus calles, tus rincones, tu cielo gris brillante. No me quedas tú, mi ciudad, aquella en la que quedó prendido un jirón de mi espíritu, o tal vez todo, porque sólo allí conseguí ser yo.

0 comentarios: