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miércoles, 13 de agosto de 2008

Agua, ese codiciado objeto de deseo [ExpoAgua 2.008]


Este verano se está celebrando en Zaragoza la Exposición Internacional 2.008, una exposición monotemática sobre el agua y el desarrollo sostenible, con el lema de “¡Vive la mayor fiesta del agua en la Tierra!”.

No entraré yo a juzgar sus virtudes o defectos, sus logros o carencias, al final la circunstancia de celebrarse en Zaragoza me marcaría y no sería imparcial, se me acabaría viendo el plumero.

Por tanto me centraré en dos aspectos sobre el agua que siempre me traen a mal vivir:

El primero es, en cierta medida, el eje de la Exposición: hay muchas zonas del mundo en las que existe una extrema carencia de agua. ¿Pueden llegar a imaginarlo? Yo no. No puedo, [… disculpen unos segundos…] como les decía, solo pensar en ella me ha impulsado a correr hacia el frigorífico, buscar una botella de agua mineral fresquita y… uf! creí que me moría de sed… Si, hacía cinco minutos que tenía sed –otros pasan toda la vida-, pero eso sí, necesitaba que fuera mineral y a una temperatura refrescante…

A mi personalmente se me pone muy mal carácter (escrito suena mal la transcripción literal de mi pensamiento) cuando tengo sed, por el contrario creo que hay pocas sensaciones similares a la de beber agua. Ahora, los gastrónomos de nuevo cuño llegan con “cartas de agua”, anda que ya les vale… Seguro que son incapaces de disfrutar la sensación del agua recorriendo rauda su gaznate, porque sólo cueste 0’10 € un trago prolongado (pues que apaguen la sed con St. Émilion, ¡redios!).

Así que, solo pensar que el agua de boca –con los litros que bebo- pueda estar racionada o a un coste prohibitivo me aterra y entiendo, aunque sea desde la frivolidad, la tragedia que se vive en otros lares. Más allá están todos los demás usos (en la alimentación, sanidad, etc.) de la mísma, casi nada…, pero en los cuales no puedo entrar en un simple post.

O si entraré… Porque el segundo aspecto sobre el que les quería decir unas cosillas también se relaciona con la sanidad. ¿Porqué con lo que nos cuesta ser solidarios –“solidarios, ¿contra qué?”, diría el profesor Bueno-, con cualquier –o contra cualquier- causa, todos se unen mayoritariamente en la lucha contra el consumo excesivo del agua a la hora de lavarse?

Estoy por el uso racional del agua. Y aunque más del 80 % sea público –y nuestros municipios siguen derrochando sin tino-, también los ciudadanos debemos concienciarnos. Pero una cosa es ser solidarios y… ¡otra ser guarros!

Paseaba precisamente por el recinto de la Expo el pasado domingo y las sensaciones olfativas eran arrolladoras. Y no les hablo de las cinco de la tarde a pleno sol… no. Les hablo de la primera fila de la mañana, esperando para conseguir un fast-pass, cuando todos veníamos fresquitos de casa.

Y aquí si que no hay diferencias. Igual un poco de sexismo, que eran más los hombres de higiene deficiente que las mujeres –aunque más de una trataba de camuflar su carencia de lavado con unos litros de “ambientador”-. Tal vez algo más de pertinaz sequía entre los jubilados (es que son mayores y pueden conducir, ir en bici o hacer tai-chi, pero tienen dificultades a la hora de encaramarse a la bañera…) aun cuando también padecian este mal docenas veinteañeros, cuyas camisetas denotaban una experiencia que ellos no tenían. Y, en cuanto a procedencias, es tan difícil encontrar en mi un atisbo de racismo que les diré que en todos los colectivos raciales había un sector importante de marranotes.

Pero, como se le ocurra afearle a alguien esa circunstancia, le mirarán con muy mala cara por su mala educación e incluso, si tiene la fortuna de que su guarrillo de turno sea versión ecologista –es como las Barbies, las hay de todas clases-, le dirá que es por no derrochar el líquido elemento o que la elaboración de los jabones incrementa el efecto invernadero.

¡Al jefe indio, con pistolitas de agua!

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Well, all I can say is. Im hungry.