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lunes, 28 de julio de 2008

Y en el futuro: cocooning


Cierro una semana ”socialmente agitada”. Muchas horas fuera de casa, de siete días apenas he comido uno en casa y cenar… dos o tres.

No, no voy a castigarles con uno de esos pedantes posts sobre reflexiones gastronómicas, territorio preferido ultimamente por “culturetas e intelectualoides”. Además de que me cansa la parafernalia con la que nos roban, un día si y otro también, con la excusa de que el plato está reconstruido, tiene varias cocciones escalonadas o que el rubio lleva una base de trufas negras del Piamonte…

Este es el comentario más personal de todos los que he subido a mi blog, en el caso de que lo haga, cosa que aún no tengo clara; al menos, me servirá de catarsis personal. Porque esta semana me ha hecho reflexionar. Mucho. Sé que estoy en un punto de inflexión en mi vida, donde los próximos meses voy a vivir grandes cambios –y, si éstos no llegan, también implicará un profundo cambio por omisión-, si les adelanto esto no es por hacerme el misterioso -y si alguien decide seguir este blog con cierta asiduidad irá sabiendo, poco a poco, a que me refiero-, sino para fundamentar el porqué de mis próximos razonamientos. Hoy tal vez algo pesados, pero… necesito expulsar mis diablos.

Durante esta semana he estado con amigos –personas a las que brindo mi amistad unilateralmente, si la aceptan o no, si es recíproco o no, es harina de otro costal-, más amigos -de esos que los denominamos como tales y lo que te une es un afecto tibio, una corriente de simpatía, generalmente inestable, pero mientras dura, agradable-, personas relacionadas con el trabajo, compromisos, e incluso compartí mantel con una de esas personas que acostumbramos a ver en la prensa y cuya personalidad me sorprendió –da mucho mejor en las distancias cortas-, además de hacer gala de una sencillez propia de quienes ya poco tienen por demostrar.

Pero, haciendo sumatorio de todo ello, y conociéndome bien, pues ya son años conmigo mismo, me autopronostico una época de profundo “cocooning”…

Estoy cansado de mi entorno. Ya se, ya se, somos animales sociales y si nuestra integración falla será culpa mía. Pues bien, sea. Pero me canso de tratar, seguramente sin éxito, de ser cortés y simpático; me fatigo de reír chistes y parodias penosas, cuando nadie hace lo mismo cuando yo suelto –también tengo derecho a ello- la estupidez de turno; me agoto de dedicar horas a criticar a quienes nos caen mal, ultrajándoles si es preciso, mientras al mismo tiempo nos escandalizamos de quienes hacen lo que nosotros mismos pero con personas que no están en nuestra lista de víctimas; me vengo abajo cuando las sobremesas se convierten en un panegírico de triunfadores –no por ellos, que nos importan un carajo, sino para dejar claro nuestra cercanía a ellos-, cuando su mayor mérito ha sido, en muchas ocasiones, nacer bien, casar mejor o errar, pero con la suerte de hacerlo en el momento preciso.

Hay quien tiene el don de la simpatía o de la empatía (que no es lo mismo, pero a veces tiene el mismo resultado). Dice una memez y es graciosa, hace un comentario y parece ingenioso, toma una decisión y siempre es valiente. Por el contrario, otros, con la misma memez, comentario y decisión, son tachados de insulsos, indocumentados o irreflexivos. ¿En que grupo cree estar?, si es en el segundo… ¡bienvenido! Igual somos más nobles, nuestros sentimientos son más sinceros con quienes apreciamos, o qué se yo que virtudes –de las que cotizan a la baja, eso sí- pueden adornarnos… Pero Vd., al igual que yo, no vende.

Así pues, la saturación que me produce el mundo externo, unida a una época convulsa, muy convulsa, en mi vida, me atrae como un embudo hacia mi propio interior. El blog ganará, pues en la soledad se es más productivo. Además, trabajar tendré que seguir haciéndolo -por comer más que nada-, alguno me llamará para echar un partido –es algo que no se puede hacer solo, así que ante la necesidad alguien recurrirá a mi- y yo acudiré, y como mi pareja (para los modernos), compañera (para los progres), esposa (para los que engolan la voz) o mujer (para el vulgo común) no tiene porque sufrir mis cíclicas neuras, tendré que seguir arrastrándome a tomar la tapa de rigor o ver el último estreno de cine. Por todo esto, mi “cocunización” será perceptible para muy pocos, tal vez para los amigos –según el primer concepto que aplicaba antes-, es decir, para nadie o casi nadie, yo apostaría por... dejémoslo, ¡qué más da!

Y es que estoy cansado, muy cansado, muy decepcionado, muy desilusionado… ¿De que? De todo (señor mío, la tristeza-melancolía de grado uno, que nunca depresión, es así). De lo falsa que es esta misérrima sociedad, de lo incompetentes que son todos los que predican sus conocimientos, del culto al adinerado, del desprecio a lo diferente, de la prepotencia, de la falta de individualidad de gran parte de los que nos rodean, de la mentira sobre quienes no nos producen beneficios, de la adulación a quienes sí nos los producen, … Y, sobre todo, debo reconocerlo estoy hastiado de mi falta de adaptación a este circo; casi medio siglo intentando entrar en esa rueda y… ¡que si quieres arroz Catalina!

En fin, ahora que tiene una ajustada imagen de mí, que ha comprobado que soy algo así como un paranoiac cocktail de difícil digestión: chorrito de Benedictine –cargante, con alto grado de alcohol-, otro de Cinard –licor falto de encanto, con un amargo destilado de alcachofa- con unos taquitos de calabaza –vegetal tan insípido en su sabor, como poco agraciado en su forma- y, si resta algo para completar el fracaso social de este combinado, se añade un chorrito -siempre en exceso- de angostura, para darle un suplemento de amargor que se agarre en su gaznate hasta el punto de no volver jamás a pedirlo, ahora, digo, habrá abandonado por pies -o por clicks- el blog.

Pero tendré que terminar este post, desde la certeza de mi soledad bloguera y forzado porque en la televisión solo hay una película de cucarachas gigantes (también marginadas) y otra titulada “500 citas”, en la mejor tradición de “¿Qué pasa con Mary?”, “Algo pasa en Las Vegas” o “Un funeral de muerte” –humor zafio, antítesis de los Marx, Terry Jones o John Cleese- a cuyo público respeto, ¡ya que tuviera yo algo que venderles, pues son legión!, pero con el que, desde mi reprobable comportamiento asocial, no coincido.

Así pues, hasta que el temporal que se avecina borre mis malos humores, traiga a quien me rescate del sinsentido socio-personal-profesional que ahora intuyo o me deje reducido a una situación de miseria anímica, que todo puede ser, me refugiaré en este guariche interior que he amueblado y me acurrucaré a lamer las heridas que, a ciencia cierta no estoy seguro de tener… Y mientras esperó poder resurgir algún día cual Ave Fénix -en mi caso sería más surgir que resurgir-, seguiré dando alguna vuelta que otra por nuestro blog, que la vida son dos días y conmigo no va ni el suicidio, ni el Prozac…

1 comentarios:

MedinaSidonia dijo...

Epicuro, no te encierres que a la vuelta del verano me tendrás que invitar para celebrar unas cuantas cosas. Y de paso yo a ti, claro.

http://www.montecristonline.com/index.php

Esta web nos va a dar alguna excusa para quedar a fumar. Y a beber algún Lagavulin (yo) y otros espirituosos. Lo bueno de los túneles es que siempre se acaban. No importa lo largos que sean, se acaban, antes o después: Ya sabes que hablo con conocimiento de causa.

Seguramente el finde que viene voy a ZGZ. Emplacémonos no para lamentarnos, sino para lo contrario. Aunque el RZCF esté en segunda, tú eres de Champions. O de Recopa al menos, que a los mañolandeses os va más.