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jueves, 2 de julio de 2009

Esquizoentrevistas

Hasta hace poco, el individuo que me dotó de identidad, publicaba mensualmente una entrevista en una revista económico-empresarial. No negaré ahora que estuve con personas de interés –no solo sería descortés, sino además incierto- , ni mucho menos. Pero si que tenía una serie de condicionantes: la mayoría debían circunscribirse al ámbito profesional -por eso las llevaba a cabo yo, que no puedo presumir de ser periodista-, por lo que hubo un exceso de políticos y altos cargos administrativos del ámbito económico; geográficamente también había límites lógicos, aún cuando hubo alguna de carácter nacional e incluso internacional, pero eso sí, todos –excepto cuando tuve la ocasión de entrevistar a un hacker holandés considerado en el top five del sector, recién llegado de unas “vacaciones pagadas”- debían ser de una exagerada corrección política.

En definitiva, bastante gente interesante, aunque no toda –siempre encuentras a alguien encumbrado a lomos del Principio de Peters- y, eso sí, cientos de respuestas previsibles…

Por eso, pensaba el otro día, ¿porqué no reiniciar mis entrevistas en este blog? ¡Eureka!, volví a pensar, ¡gran idea!, entre fantasma y fantasma que trato de expusar de mi incómodo subconsciente, una entrevista. Solo que esta vez… ¡yo pongo los límites: ninguno! Ni geográfico –esto sería un problema, de tiempo y económico, a no ser por el siguiente “no límite”-, ni de veracidad –no pienso molestarme en llegar hasta ellos, salvo en algún caso excepcional, por lo que cualquier respuesta será esencialmente mendaz-, ni temporal –si no tienen que responder, ¿qué más me da que estén algo –incluso bastante- muertos, vivos o catalépticos?-, ni, y esto es lo fundamental, sujetos a corrección política alguna.

Y dicho esto, elaborado el prefacio de mi última brillante idea –puede sustituir el término por: memez, gamberrada, o cualquier expresión a su gusto…-, pasaremos al contenido en futuros posts.

¡Ah!, se admiten sugerencias para entrevistad@s...

Saludos de Epicuro de Samos, Jnr.

Jackson murió poco después de Vicente


Hace unas semanas comprobaba con estupor que la noticia del estado crítico de Vicente Ferrer, exjesuita de 88 años, con más de cincuenta y cinco años -eso supone más de la edad total de muchos de nosotros- de ímprobo y desinteresado trabajo primero en Bombay y posteriormente en Anantapur [Andra Pradesh, India], una de las zonas más deprimidas de la tierra, ocupaba menos espacio en prensa que la muerte de la viuda de un dictador árabe…

Ya ha fallecido Vicente, una de esas personas cuya vida deberían estudiar todos esos salva-almas progres envueltos en la bandera de lo social –por fuera, que por dentro van embutidos en Puchis y Adolfos Domínguez-. Su epicureismo era mucho más elevado que el de la mayor parte de los mortales, encontraba placer en mejorar la vida de los demás día a día, hora a hora, …

Cuando escribía esto las televisiones estaban colapsadas por la prematura muerte de un hombre que no se conformaba con su color, un individuo que no fue capaz en medio siglo de superar su complejo de Peter Pan, alguien que para algunos hizo buenas canciones y para otros, entre los que me cuento, algo sosillas, aunque esto sea lo de menos. Ocupa horas y horas en los medios de todo el mundo. Las cámaras que enfocaban la vida de Ferrer –gracias a que acudieron al sepelio un par de políticos- ya abandonaron su labor hace días. ¿En qué clase de mundo vivimos?

No pretendo ser como él. Imposible. Ni que vd. lo sea, me quedaría sin público objetivo. Pero recordando a Agustín González en Volver a Empezar no podemos por menos que decir, cabezazo incluido: “D. Vicente, lo que bien está, bien parece”.

jueves, 25 de junio de 2009

Discúlpenme, estoy en mi Hotel Existencia


En mis últimos posts -“Salto con doble mortal” (visto en perspectiva, debí decir triple…) o "Zaire", ya les daba a entender que me iba a prodigar poco en el futuro inmediato, así ha sido.

Hace unas semanas recibí un comentario a un post y, por primera vez, lo deje sin respuesta… Al menos me sirvió, si no de aviso sobre lo aparentemente abandonado que tengo nuestro blog -solo aparentemente, pues cosas he escrito, alguna de las cuales posiblemente suba en los próximos días, pero que hasta ahora había preferido dejar en suspenso; alguna de ellas seguirá así…-, sí de último aldabonazo para dar “fe de vida” a través del mismo, aun cuando haya tardado casi otro mes para hacerlo, creo que les debo una pequeña explicación, por si a alguno le interesa…

Y es que llevo una temporada refugiado en mi “Hotel Existencia”, ese rincón generalmente ubicado en algún grupo de ociosas neuronas y excepcionalmente en un marco físico, en un Hotel Existencia cualquiera, como el descrito por Paul Auster en “Brooklin follies…”, que por algo es el padre de la criatura…

Yo siempre he tenido –aún sin saberlo- mi propio Hotel Existencia, eso sí, con el paso de los años ha ido transformándose: de hotel en ciudad, de ciudad a rincón, de éste a paisaje, de paisaje a campo de fútbol, hasta convertirse en un pequeño restaurante, cargado de jazz y humo, donde poder ofrecer mi foie con puré de piñones y salsa de café o unos garbanzos con callos, precedidos ambos por un par de copas de la sin par Kauffman.

Siempre hay un Hotel Existencia de puertas adentro, un paraíso donde coger fuerzas o donde refugiarte en momentos de confusión personal. También en alguna ocasión podemos dar con ese lugar que, aun no pudiéndonos trasladarnos de por vida, sí que podemos utilizarlo en un momento de especial incertidumbre.

Llevo varios meses refugiado en mí Hotel Existencia de turno, o al menos tratando de hacerlo. En “mis”, debería decir, pues aparte del psicológico he tenido la fortuna de estar tres veces –aunque en periodos de tiempo excesivamente breves- en una ciudad, que ya les mencioné, y que ejerce en mí ese fenómeno de recuperación de confianza, de reafirmación de mis convicciones, de plácida guarida. Hablo de Kazán, una ciudad más… aunque mucho más bella que la mayoría, donde he hallado, ignoro la causa, algún estímulo del que carezco últimamente.

Sin embargo, las baterías, si no se cargan con asiduidad, y mi fuente energética está excesivamente lejana, acaban por caer. Y ese es el momento, ¡como no!, de volver a nuestro más cotidiano Hotel Existencia. [Nota del autor: una Villa en Sintra –la Quinta da Regaleira, como sugerencia- me serviría igualmente, pero desde una óptica económica, me resulta igualmente lejana…]. Últimamente había recurrido poco a él, sin embargo una cadena de circunstancias con las que no les aburriré me han acercado de nuevo a esa nebulosa, poco rentable en términos reales, lo sé, y excesivamente similar al efecto narcotizante -¿qué son las drogas sino un camino rápido y generalmente letal al Hotel Existencia?-.

Y me preguntarán (háganlo sin cortarse), “¿qué nos importa a nosotros su maldito Hotel Existencia?” y yo les responderé que muy poco, casi con entera seguridad nada. Pero éste es un rincón epicúreo, desde siempre –en su breve siempre- he procurado no permitir la intromisión a “malos rollos”. Y ahora, más allá de comentarles un destino imprescindible para viajeros impenitentes, no estoy con especial afición a recomendaciones epicúreas. Pero solo por ahora, porque estamos en crisis, porque yo lo estoy.

Generalmente las crisis no son una lápida eterna –dejando de lado la Crisis Definitiva-, sino una tormentosa oscuridad que, sumido en ella, se piensa secular, pero que, aun cuando desde dentro no se crea, acaba por escampar. Y caso de que no lo hiciera, poco importarían estas veleidades…

Así pues, puede que más allá de subir dos o tres cosas que tengo preparadas, aparezca poco por este rincón.; ignoro si se tratará de semanas o de meses. Entre tanto, el tiempo que fueran a dedicar a este blog les sugiero emplearlo escuchando, oporto en mano, algún fado en la voz de Missía o Dulce Pontes y en cuanto las fuerzas telúricas y epicúreas me rescaten, ya variaremos de melodía.

“La creatividad nace de la angustia
como el día nace de la noche oscura”

Albert Einstein